Diversos factores,
tanto internos como externos, inciden en el proceso de elección profesional.
Sin embargo, estos interactúan directamente y mantienen una estrecha relación.
Los internos guardan relación con el nivel de autoconocimiento e intereses que
puede tener un estudiante sobre alguna área de conocimientos en general. En
tanto, los externos tienen que ver con las posibilidades que genere el entorno,
esto es, las oportunidades que puedan entregar el contexto escolar, la familia
y el aporte de las influencias dadas por terceros.
La familia debe
ofrecer contextos que reúnan herramientas y recursos necesarios para que el
adolescente pueda explorar en qué áreas se siente más cómodo, pues es uno de
los medios que tiene para aprender a conocer sus habilidades e intereses. Los
padres o tutores deben apoyar el autodescubrimiento, el aprender a través de la
experiencia. Potenciar lo innato que fluye desde que los hijos son niños.
Los padres deben
involucrarse de manera respetuosa, sin traspasar frustraciones, ni esperanzas,
ni presionar para que estudie algo que al joven no le agrada. En este ámbito
los padres son guías para mostrar opciones y enseñar sobre la realidad del
contexto educativo-laboral donde están inmersos. Esto involucra entender que
existen perfiles de ingreso en las carreras, que existe un campo laboral del
cual hay que informarse, opciones con proyección de futuro y también, muy
importante, si la carrera está dentro de las posibilidades económicas de la
familia o se requiere ayuda financiera. Pese a todas estas variables, el punto
más relevante para escoger un camino profesional es la vocación. Cada joven
debe descubrirla a su ritmo y siendo consciente de sus potencialidades.
En el caso de un
joven que no sabe qué estudiar y está próximo a rendir la PSU, es bueno dejar
que la dé, pero sin presionarlo. Se puede ayudar a través de especialistas para
que defina su vocación, que se comprometa a descubrirla en un año sin estudios
y que busque un trabajo esporádico que le permita conocer el mundo laboral y
así sus habilidades. Otra opción es que escoja un bachillerato que le permita
situarse en el contexto universitario, pero desde una mirada más amplia.
Sea cual sea la
elección, debe ser consensuada. Estudiar implica un compromiso tanto del
estudiante como de la familia, pues requiere de responsabilidad, constancia,
equilibrio emocional y organización económica.
Además de hacer
hincapié en la familia, la sociedad juega un rol crucial en este proceso de
elección vocacional. En estos tiempos la sociedad le da preponderancia al
factor económico, lo que puede influir en que se sugiera a los jóvenes no
cursar determinadas carreras. Es por estas razones que la elección se vuelve
aún más difícil. Para enfrentar este contexto, no debemos olvidar lo
anteriormente expuesto: la importancia de equilibrar las habilidades, los
propósitos personales, el acceso a la educación y el deseo de aprender algo que
realmente movilice y sea aliciente para hacer mucho más. Esa es la diferencia
para un profesional activo, que tenga ventaja competitiva en un contexto que a
veces puede resultar adverso.
Javiera Hernández Fernández
Psicóloga y coordinadora de Formación Integral
Universidad San Sebastián
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