Este
verano, nuevamente hemos sufrido grandes incendios forestales. Lo importante es
aprender de la experiencia y demostrar que nos estamos preparando de mejor
manera para situaciones similares futuras.
En
esta última década se han producido incendios forestales en distintas regiones
del país. Lo insólito es que seguimos mostrando falta de aprendizaje y poca
preparación para prevenir y enfrentar este tipo de catástrofes. Sólo estamos
reaccionando ante el efecto de los incendios y aún no nos concentramos en
combatir la causa o disminuir los efectos.
Aún
no hay claridad sobre las pérdidas asociadas a los eventos ocurridos esta
temporada, aunque ya se aventura que serán mayores en comparación a la
temporada pasada. No sólo se produce un daño ambiental, ecológico y a la
propiedad, sino además se evidencian costos sociales que hacen que las cifras
aumenten, por ejemplo, pobladores y agricultores perdieron todo: sus casas e
instalaciones, ganado, fauna del ecosistema, gastos médicos, psicológicos, etc.
¿Qué
debemos hacer? Es clave aprender de las experiencias y de aquellos que han vivido
situaciones similares, por ejemplo, India, que hace años desarrolló un plan de
mitigación y de disminución de los efectos de los incendios.
Lo
principal es entender que no podemos disminuir en su totalidad los focos, ya
que estos se producen por distintos factores, climáticos, fortuitos e incluso
intencionales. En India no disminuyeron la cantidad de focos, de hecho, estos
bajaron muy poco (cerca del 10%). El objetivo no fue disminuir los focos, sino aminorar
los daños y efectos. Por ejemplo, disminuir la cantidad de hectáreas quemadas,
además de los daños económicos asociados.
Medidas tales como generar barreras físicas entre predios pequeños, lo
que permitió la rápida acción de bomberos e incluso de la misma gente para mantener
el incendio en un espacio acotado. Esto
ya se hace en el rubro de la construcción, donde se exige por normativa una
resistencia al fuego. No significa que no combustione el material, sino que al
menos resista un tiempo adecuado que permita mitigar el incendio antes de que
se propague, por ejemplo, a la casa del vecino. Otra medida fue proveer de
instrumentos y tecnología adecuada para “detener” el foco antes de que se siga
expandiendo, proveyendo de estanques de agua, avión para emergencias, sistemas
de comunicación adecuados para alertar, etc.
Todo
esto se puede lograr en Chile, ya que, como está demostrado, los daños
económicos y sociales que han dejado los últimos incendios podrían financiar
los costos de un plan de mitigación y de adaptación que promueva la
organización de las comunidades que habitan sectores con potencial riesgo. Esta
organización debe ser interna y también con los diferentes actores públicos y
privados que permita un actuar integral a largo plazo que sea parte del
quehacer anual y no medidas reactivas a situaciones de emergencia, las que
apuntan a combatir el fuego.
Finalmente,
los incendios forestales constituyen una problemática instalada en nuestro
territorio, por lo que los instrumentos de planificación territorial deben
considerar zonas de riesgo que faciliten la toma de decisiones que resguarden
la seguridad de las comunidades y bosques.
Rody Toro Picarte
Director de Ingeniería Civil
Karen Ubilla Farías
Directora de Ingeniería en Energía y Sustentabilidad Ambiental
Universidad San Sebastián
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