Para
nadie que viva en la zona del BiobÃo, le es ajeno el recuerdo del terremoto de
la madrugada del sábado 27 de febrero del 2010. Hace 10 años, a las 03:34
horas, un violento sacudimiento de tierra, acompañado de un fuerte ruido
subterráneo, afectó una zona que abarcó desde ValparaÃso hasta Valdivia. Es la llamada
zona de ruptura por los sismólogos, y tuvo como epicentro la costa de
Cobquecura. La magnitud ha sido consensuada en 8.8°.
Los
efectos del sismo fueron inmediatos: al shock inicial, vino la reacción natural
de sobrevivir. Confiados en una institucionalidad considerada seria hasta ese
momento, las autoridades hacÃan desesperados llamados a la calma, pero vino
poco después lo impensado: un violento maremoto inundó y arrasó con calles de
Talcahuano, Penco, Dichato, Constitución e Iloca, y sectores de las comunas de Coronel,
Lota y Arauco. Además, se sumó poco después la isla Juan Fernández, sector
Robinson Crusoe. Como consecuencia, 525 compatriotas fallecieron y hubo 23
desaparecidos. Las pérdidas materiales fueron importantes (sobre todo en zonas rurales,
donde abunda el adobe, y en sectores costeros), pero no catastróficas, sobre
todo gracias a los sistemas de construcción antisÃsmicos, excepción hecha del recordado
edificio Alto RÃo, en Concepción, o los bloques de departamentos de la comuna
de Maipú, en Santiago. El costo total del evento se cifra en US$30.000 millones.
Tras
esto vino la desesperación comunitaria (simbolizada en los saqueos) a lo que
siguió la imposición del orden público con la salida de las Fuerzas Armadas. Fue
entonces que se comenzó con el lento y difÃcil proceso de reconstrucción de
infraestructura, siempre acompañado por leves temblores (unos más fuertes que
otros) que poco a poco fueron dando paso a la calma. Finalmente, la mayor parte
de los edificios afectados fueron reconstruidos, pero hubo otros efectos, más
sicológicos, que aún persisten.
Con
todo, la población local logró sobreponerse al sismo, que gracias a las redes
sociales y medios de comunicación nos es recordado en cada aniversario, para no
olvidar que vivimos en un planeta que cada cierto tiempo, cual ser vivo,
manifiesta su voluntad de moverse, lo que nos lleva a mirar con humildad
nuestra condición de seres finitos, en un mundo donde pareciera que lo humano
es lo superior, una actitud de franca soberbia, pero que, ante las fuerzas de
la naturaleza, nada puede hacer. No obstante, estudios recientes nos brindan la
esperanza de poder adelantarnos a estos eventos en algunos minutos, que pueden
ser vitales, basados en el análisis de factores asociados a los sismos (como la
liberación de cierto tipo de magnetismo interno del planeta), algo que está
siendo elaborado por el fÃsico chileno Enrique Cordaro que, esperemos, tenga
buenos frutos en un futuro no lejano, lo que podrÃa ayudar a prevenir desastres
y descoordinaciones como las vividas hace una década en nuestros (sub)suelo y
mar.
Carlos Eduardo Ibarra Rebolledo
Académico PedagogÃa de Educación Media en Historia y GeografÃa
Universidad San Sebastián
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