Es muy común que
madres, padres o tutores responsables de niños se hagan muchas preguntas sobre
el estilo de crianza más adecuado para ellos: “no me hace caso”, “cuando lo
corrijo, grita”, “patalea e inclusive se golpea a sí mismo” son los típicos
relatos que los especialistas en salud mental escuchamos a la hora de
psicoeducar a los padres. Estos problemas son más comunes de lo que pensamos,
ya que son parte del sano desarrollo de los niños.
Cuando somos
pequeños, nos regimos por el principio del placer, es decir, buscamos de forma
activa aquellas circunstancias, objetos o personas que nos generan
gratificación inmediata y nos alejamos con la misma intensidad de aquellas
instancias que nos provocan frustración. Pero esta respuesta es altamente
importante para estimular la inteligencia emocional del niño, y que a futuro
tenga mejor autorregulación, autocontrol, automotivación, reconocimiento de las
emociones ajenas y relaciones interpersonales significativas.
Cuando se frustra
al niño postergando su gratificación o bien asignándole una tarea que le
desagrada, le estamos enseñando que a veces no se puede obtener todo y, es más,
que no lograr lo que quiero, no significa que hay algo negativo en mí, sino que
a veces no depende de mis esfuerzos. Esto se denomina “frustración educativa” y
está directamente relacionada con mi capacidad para tolerar la frustración,
característica esencial para el sano desarrollo como futuros adultos.
Dentro de las
características de un niño con baja tolerancia a la frustración encontramos
mayor dificultad para regular las emociones, poca flexibilidad y dificultad
para adaptarse, impulsividad e impaciencia, pensamientos extremistas muy
polarizados, altamente demandantes y mayor tendencia a la ansiedad o depresión.
Ahora la pregunta
es ¿cómo puedo frustrar sanamente a los niños? A continuación, planteo algunas
recomendaciones:
-No ceder a las
condiciones de los niños: a veces los niños condicionan las acciones de los
adultos diciendo cosas como “si no me compras eso, ya no te quiero”. Ceder le
enseña que la manipulación funciona.
-Aprende a decir
que “no”: esto les enseña a los niños que no tienen el control, y son los
adultos los que tienen la autoridad y ponen las reglas y las normas en casa.
-No tener miedo o
“culpa” al frustrar a los niños: importante
es señalar que frustrar de manera moderada no causa daño psicológico, es más
puede traer consecuencias muy positivas en el desarrollo del niño, tales como
paciencia, autocontrol emocional, conformación de una sana autoestima y alta
creatividad y plasticidad en la solución de problemas.
Poner normas y
frustrar educativamente, es ordenar el mundo del niño quien no sabe regularse
ni postergar sus gratificaciones. Anticiparle las consecuencias, ordenar su día
a día con pautas e instaurar normas respetuosas, le permite vivir más sanamente
y con más amor, posibilitando que como adulto su vida sea más equilibrada y
feliz.
Ana Carolina Hernández Fernández
Psicóloga de Asuntos Estudiantiles
Universidad San Sebastián
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