En estos días
hemos escuchado más de una vez expresiones como: “sin violencia, no habrá
solución a las peticiones sociales”; “en forma pasiva, no se consigue nada” o “es
necesario decir lo que piensas y sientes de manera más enérgica para ser
escuchado”.
Es probable que niños
y adolescentes hayan oído las mismas frases durante este tiempo de conflicto
social. Me pregunto: ¿qué pensarán de las mismas? ¿Qué pensarán de las imágenes
vistas en los medios de comunicación que se condicen con las frases escuchadas?
¿Qué pensarán de las formas violentas que están utilizando algunas personas
para expresar lo que sienten y piensan? ¿Estarán de acuerdo? ¿Cómo comprenden
lo enseñado por sus padres versus lo que han visto y escuchado en estas últimas
semanas?
Hace ya varias
décadas hemos tenido evidencia científica, desde diversas corrientes de la Psicología, sobre lo
importante que es manejar los conflictos a través del pensamiento reflexivo,
del diálogo y la conversación procurando llegar a acuerdos en que ambas partes
puedan sentir que han logrado resolver sus peticiones o parte de ellas. La
evidencia científica ha reforzado en varias investigaciones que el diálogo y la
reflexión son el mejor camino para lograr el entendimiento. Eso hace necesario erradicar
la violencia de todos los contextos.
Hoy, tenemos a
nuestros niños y niñas, menores de 11 años, en estado de incertidumbre,
angustia y elevada ansiedad. No comprenden el fondo de los problemas sociales
planteados por los adultos, pero observan en varios contextos que la violencia
es la invitada principal desplazando la conversación y la reflexión. De esa
forma se instala una especie de tensión interna que los lleva, o llevará, a
cuestionarse cuál es el camino adecuado al momento de resolver sus propios
problemas, lo aprendido en sus hogares o lo visto en los medios de comunicación,
en sus comunidades o directamente en las calles.
Sabemos que la influencia
de los medios de comunicación es potente, por lo que es factible que los más
pequeños se vean afectados severamente por estos mensajes verbales y no
verbales en este tiempo de confusa vida nacional. Así, reinstalar la
importancia del diálogo y la reflexión será un gran desafío. Ante ello,
procuremos resignificar al diálogo. Desde la familia, mostremos a los más
pequeños nuestras capacidades para llegar a acuerdos y demos muestras concretas
de lo necesario que es escuchar al otro, comprender y solucionar los problemas
por medio de la conversación. Seamos ejemplo y evitemos las contradicciones.
Los más pequeños necesitan ver con claridad cuál es el modo adecuado, cuál es
modelo que funciona. Los niños y niñas son nuestros espectadores, nuestros
seguidores; no olvidemos que la gran mayoría de los padres somos los mejores influencers de nuestros hijos.
Tenemos, entonces,
una tarea importantísima: dar muestras significativas de que es posible la
comunicación a través del diálogo y la reflexión y que depende de cada parte
trabajar para lograrlo. Evitemos confundir a los niños que están en plena
formación de sus capacidades cognitivas y requieren adquirir herramientas
específicas que los conduzcan tanto hoy como mañana por un camino que tendrá
obstáculos, los que deberán superar de forma adecuada y, por cierto, sin
violencia.
Paulina Spaudo Valenzuela
Psicóloga y académica Facultad de Psicología
Universidad San Sebastián
COMENTARIOS